29.8.03

Tantara (memoria y separación)

Tantara es en la India la historia del pasado. Su filosofía explica que la memoria lejos de ser lanzada hacia atrás (para que el presente llegue a ser autónomo y libre de él), se convierte en un tesoro que se coloca en medio de la sociedad para que le sirva de memorial. El pasado se convierte entonces en un alimento, en un privilegio. Encontrarse con esto ha sido, para mí maravilloso. Lo entiendo, sin duda, es preciso recordar para no olvidarse uno de sí mismo. Es sólo el análisis y la interpretación del pasado, de la memoria, lo que nos permite lograr o alcanzar un mejor presente, un mejor Otro yo.

Novalis dice que “…se aprende a componer la historia a partir de la esperanza y el recuerdo.”, ajustándolo un poco me ha gustado creer que se aprende a construir (o simplemente se construye) el presente a partir del recuerdo. No debe uno olvidar. Nada. La memoria -amarga o dulce- nos ofrece un horizonte de experiencias. ¿Horizonte? Sí, el horizonte, esa línea detrás de la cual se abre en el futuro un nuevo espacio, una nueva experiencia, que aunque aún no podemos contemplar, está ahí.


Con frecuencia nos encontramos con personas que desean separarse de su memoria, de sus recuerdos en el afán de construirse un mejor futuro. A la larga esta tarea no llevará a ningún lado. Separar la memoria es tanto como no vivir, no ser. Tantara es un tesoro que nos permite ser, estar, lograr un equilibrio. Lo que es peor: si el pasado (aquel momento decisivo de crisis) es rechazado, él regresa de manera sorpresiva al presente de donde fue excluído. Y ni siquiera tengo que platicarles de qué manera y qué consecuencias acarrea su regreso, ¿o sí? ¿no les ha pasado nunca?

Yo, por mi parte, no quiero olvidar, no quiero separar mi memoria de mi presente, quiero que esté, que Tantara me permita crear una nueva historia.

21.8.03

LA UNIVERSITARIA VIRTUAL (believe it or not!)

Y cuando despertamos, la tecnología ya estaba allí. Convertida primero en reloj despertador, en cafetera eléctrica, en microwave, mega refrigerador que hace hielitos, en computadoras grandes, medianas, chicas (como la palma de su mano), en internet. No creo que haya sido Bill Gates, pero a alguien se le tiene que culpar (o agradecer) el enooooorme avance tecnológico que recorre las venas de nuestro bienamado mundo. Pero tal como lo digo, un día simplemente en lugar de escribir una carta a puño y letra, escribimos mails con archivos de amor adjuntos, hacemos caritas de fuchi por el messenger.

Y así, la vida cambió. Y mi vida -reflejo puro de un ser humano que no puede vivir sin tecnología- se encontró ante el más novísimo resultado de la tecnología: estudiar una maestría en una universidad virtual. La palabrita esta virtual siempre me ha dado mucha risa, es como lo no real que de todos modos no llega a ser de a mentis. ¿Pero la universidad existe o no? Sí, sí que sí, pero al igual que mi salón de clases, existe en la pantalla de mi pc (sí, uso pc). Los maestros y tutores existen también, claro está, pero no están ahí cerquita de mí para decirme buenos días, ¿hiciste la tarea?. No, ellos están en algún lugar del país, en algún edificio, en algún cubículo, frente algún monitor, riéndose de las tareas de otros que igual que yo han confiado su futuro a esta universidad virtual que nos ha prometido un título de maestría.

Todo es posible con el poder de su conexión a internet (o la penosa velocidad del servidor a quien se está suscrito). Tareas, exámenes, discusiones, trabajo en equipo, todotodo por la red. Ni siquiera deseo pensar en lo que sucederá si se nos va la luz dos días como a esos pobres neoyorkinos que cuando no les llueve, les oscurece.

Bueno, no hay nada de que asustarse, simplemente me he dejado llevar por la modernidad en su completitud (yaséquenoexistelapalabra). Pero por más que lo intento no dejo de pensar que mi maestría es en Humanidades, ¿no es el colmo que lo haga sin ver a un sólo ser humano? Mi especialidad además es en Historia ¿qué diría Darwin -por poner un ejemplo evolutivo- si viera que mis tareas sobre el discurso histórico las hago en power point?

Pero un día, dentro de tres años, va a amanecer, checaré mi e mail y ahí dirá: felicidades eres una MEH (maestraenestudioshumanísticos,pues) y lo voy a imprimir y lo colgaré al lado de mi otro título que a mano y en papel bien bonito dice LLH (licenciadaenletrashispánicas, burros!).


Click. Y Bye.

13.8.03

BALADA DE LA BLUSA BLANCA BORDADA (lo que debéis comprar cuando andéis de shopping en Oaxaca)

En Oaxaca se esconde la memoria de México (y la de la familia Ramírez: o sea la de mi apá). Y allá a desempolvar el olvido nos hemos dirigido. Tomamos un camión ADO, servicio de avión en tierra, le dicen. Muy nice, asientos cómodos, cortinas, almohadita y cobija negra. Televisiones. El chofer, amable de amables, se presenta con los viajantes. Que él nos conducirá a Oaxaca (la tierra de los dioses diría don alejandro aguilar) y que estima un viaje de 6 horas, que nos sintamos cómodos y no nos levantemos en caso de camino sinuoso. Me quedo esperando a la chica en falda que va a decirnos de las mascarillas de aire, de las salidas de emergencia y lo demás... Se retira a su cabinita de conductor. Las luces se apagan y comienza la función. El video institucional nos muestra la importancia de abrocharse el cinturón dejando bien bien claro los horrores de un enfrenón o, peor aún, una volcadura. Demasiado gráfico, pienso.
Nos recibe una Oaxaca Nocturna, con sus luces y sombras negras que adivino cerros. En casa de Favio todo es paz y tranquilidad, duermo sin imaginar la maravillosa vista que me despertará esa y las siguientes mañanas.

Y Oaxaca me despierta, con sus pirámides, sus cerros, sus amplios campos verdes, su plata, sus piedras maravillosas, sus nieves de milsabores (incluído el de mamey). Me despierta con sus niños-guías trilingües, con la certeza de que hay más extranjeros que mexicanos. Y Oaxaca recibe mi tarjeta de débito con los brazos abiertos y busco en cada esquina una bella blusa bordada (de manta o de algodón) que sustituya aquella otra que el tiempo (implacable siempre) la dejó hecha una tristeza (y percudida de tanto lavar).

Y la blusa no aparece. En el camino me encuentro a dependientas más bajitas y más morenitas que yo (sí, es posible) que me tratan como la chancla (quizá porque no soy mucho más alta ni mucho más blanca que ellas) y me maltratan y me mandan al demonio en cuanto entra una gringa alta de lentes oscuros.

Busco y busco. Tarareo por las calles una vieja canción, ¿la llorona acaso? triste, invierto mis recursos en unos pocos de collares, dos que tres camisetas que dicen oaxaca, dos bolsas y un par de piedras (quesque pa que me cuiden).

El centro, los mercados, el zócalo. Tiendas y tiendas y de la blusa nada. Finalmente a punto de darme por vencida la encuentro: es ella, ahí está colgada de aquellla esquina. La adquiero, así, sin más ni más.

Y es bella y sus bordados en azul son preciosos. Me da pena, sin embargo, decirles que mi blusa blanca bordada is made in india... Oaxaca no es lo que era y verán que en unos años la guelaguetza contará con safriduo como diyeis.


5.8.03

DE CÓMO NATALIA ENCONTRÓ A SYLVIA (porque no todo es cuestión de azar)

Heme ahí en el DF. En esa ciudad llena de gente, smog y otros tantos clichés de gran ciudad. El DF con su tráfico, sus nuevos y flamantes distribuidores viales, sus polis, sus vendedores ambulantes y etc. etc. etc., me recibió con los brazos nublados y un poco de lluvia. Tres días, tres días para recorrer un poco, visitar algunos familiares (sí, mi raíz defeña es fuerte como bien ha sabido comprobarlo mi analista) y, por supuesto, comer gorditas de chicharrón.

Sylvia en el DF es la misma Sylvia pero con más cosas en la cabeza (¿se imaginan?), más recuerdos, más historias que le gustaría conocer para ser. Sylvia en el DF se mueve con cierta facilidad pero con el mismo temor de todos sus habitantes de ser asaltado en cualquier esquina. Y así moviéndose con esa mezcla deliciosa de terror y gusto se embarca camino a Coyoacán, donde se ha citado a las 10 con el Miguel, ese loco amante del norte y de su literatura, ese viejo amigo que ve cada tantos años, con quien se sienta a comer, hablar de libros, cine, de la vida que cada uno tiene en su rincón del mundo. Después, a las 12, Sylvia ha quedado con Natalia, afuerita del Parnaso, le ha dicho. Del ¿p qué? preguntó ella, el Par Na So le repitió Sylvia. Ah bueno, dijo Natalia.

Y sí, ahí en Coyoacán rico desayuno con el Miguel, risas, recuerdos, acentos sureños y norteños confrontados en una misma mesa. Tu libro. Mi libro. Aquel libro. La conversación se extiende lo que es posible porque el tercer acompañante un pequeño bigotón de 4 años interrumpe de cuando en cuando para opinar como todo un adulto sobre el plato garabato que le han servido. Fin de cita.

Las 12. 12:05, 12:10, 12:17 y Natalia, mi Natalia no llega. El de 4 años se impacienta, grita su nombre entre los tianguistas que no se sorprenden que un niño grite como desaforado. ¿Estarán acaso acostumbrados que un pequeño que pronuncia la ch como sh grite como loco dóndestástíanatishinhuahuas? 12: 38 y la tía susodisha tía Nats no llega. La impuntualidad es una característica normal de los defeños o los neodefeños. Esperar, no importaba mucho hasta que Doroty de trenzas postizas y un coker llamado Totó nos invitan a ver al Mago de Oz (¿habrá pensado ella que yo también necesitaba valor como el león, un corazón como elhombre dehojalata o lo que es peor un CEREBRO como lo necesita el espantapájaros?) como sea, nos invita a seguir el camino amarillo frente a la plaza de la Noséqué a ver al Mago de Oz. Obviamente el tipo este de 4 años se entusiasma y me dice vamos, vamos,vamos.

Y vamos.

Entre monos, enanos, leones cobardes (como ya he dicho) perro mordiendo a brujas, extranjeros que no entienden una pizca de español y niños niños niños, yo miro y retemiro el reloj. No hay forma de saber si Nats mi amiga de amigas, aquella que cada tanto se pregunta cuál será su misión en la vida y que ama las bellotas, ha llegado a la cita o no.

Dos Horas.

Juan Antonio y yo caminamos rumbo al centro de Coyoacán. So far, hemos intercambiado comentarios sobre la obra, sobre la pertinencia de tener un perro de a debis como Totó, el maquillaje del hombre de hojalata, los títeres y los extranjeros. Caminamos de la mano con la certeza de ya no encontrar a la tía. Con la incertidumbre de qué vamos a hacer el resto de la tarde. Una encrucijada está en nuestro camino, por esta calle o por aquella.

Entonces... Como buenos seres humanos (y norteños) dejamos las cosas un poco en manos del azar y del deseo (mi deseo necio) de encontrar a SeñoritaNatalia.

Y caminamos. Deseando cada uno a su modo (y de acuerdo a su tamaño) encontrarnos con ella. Pasados unos minutos, con el pesimismo ataca al optimismo, me digo: nolosvoy a encontrar, no, sílosvoy a encontrar, nolosvoy a encontrar, no, sílos voya... El olor del mercadito ese de Coyoacán me hace levantar la cabeza y observo carros, quesadillas de requesón, gente caminando, gente caminando y un bato de lentes que me señala y le dice a alguien esa es sylvia... Esa alguien más hace contacto visual conmigo, me grita Syyylvia y yo le digo no es posible no es posible.

Abrazo largo.

Certeza completa.

Y así ya juntas, tomando yo una pepsi y ella una manzanitasol, estamos seguras: no es el azar lo que nos pone en la misma banqueta de la colonia más visitada, de la ciudad más poblada del mundo a dos personas que han estado juntas desde antes de conocerse.